Infrapolítica: de otro modo que político | Beta Local. San Juan 2015 (Gerardo Muñoz & Maddalena Cerrato)

[Los apuntes a continuación recogen algunos de tópicos y figuras del encuentro “ De otro modo que político: Infrapolítica y Deconstrucción” que tuvo lugar en el espacio Beta Local (San Juan, Puerto Rico) durante el mes de Mayo de este año. Aunque estas breves acotaciones no pretenden en modo alguno ser exhaustivas del productivo y largo intercambio que tuvo lugar aquella noche entre amigos de la escena puertorriqueña y norteamericana, esperamos que están notas sean leídas como una incompleta inscripción testamentaria del proyecto en curso que aun gravita bajo el nombre de infrapolítica. Fue una jornada muy intensa, y quizás unos de los primeros espacios en donde expusimos ante un público externo a nuestro grupo, un cúmulo heterogéneo de ideas y tramas de lo que se ha venido pensando en el último año y medio. Le agradecemos en especial a Ronald Mendoza de Jesús por haber organizado el organizado el encuentro en Beta Local, así como a los hospitalarios amigos de dicho espacio en el corazón del Viejo San Juan].

Gerardo Muñoz

Infrapolítica es un nombre impropio de un proyecto común en curso. Su ritmo va marcando instancias y oscilaciones, pliegues al interior de una zona apenas indecible y registrada. Se trataría, en cualquier caso, de una multiplicidad de formas de habitar el pensamiento. Hay pasiones y nombres propios (al igual que tradiciones y experiencias universitarias disímiles), pero más que todo lo que hay son estilos. Como cuando en Monsieur Teste leemos: “Solo buscamos formas de pasar, sin que ninguna idea lo exprese. Ninguno de los sentidos puede mostrarlo. Solo se dice y eso es todo”. Teste es, justamente, un pensador infrapolítico en la medida en que destituye toda funcionalidad del “yo” deshaciendo el encuentro entre conciencia y lenguaje. Teste es un pensador del afuera, y por lo tanto un pensamiento ausente, constituido sin sujeto.

Y es en este sentido que infrapolítica es irreducible a la luminosidad traducible del concepto o de los grandes relatos comunicacionales de la historia de la filosofía y la teoría universitaria. Puesto que infrapolítica se retrae y abandona una práctica que entiende solo sobre el umbral del agotamiento (una palabra que gravita en el corpus Moreiras). Y si bien su desistencia le imposibilita subscribir otra lógica maestra de la Historia, rehúye también de la ética como sustitución de la fragilidad orgánica que ha distinguido a la política desde Shakespeare hasta el Peronismo (es ilustrativo aquí, sin dudas, las reflexiones sobre el abismo carismático del filósofo argentino Eduardo Rinesi como reverso de la articulación hegemónica de Ernesto Laclau).

Entre la ética y la política, entre la imagen y el signo, entre una vida cuyo espesor no es traducible a experiencia de la intimidad burguesa, infrapolítica aparece como un delicado nombre preliminar de un pensamiento otro que político (y siempre ajeno a la policía o lo “inquisitorial”). Una reflexión con la política que solo puede ser coyuntural y aprincipial. Puesto que no se trata de desalinear una práctica o un programa (mucho menos una vanguardia en línea con el “qué hacer”). Infrapolítica se mueve en el interior de las categorías para suspender su crisis y su crítica, a saber, todo decisionismo intelectual que ha caracterizado toda teología política así como todo apoliticismo en sus diversas diagramaciones modernistas. Pero infrapolítica excede a la impolítica en la medida en que nunca es reducible a ninguna matriz comunitaria (tampoco a la matriz de la comunidad de la muerte, en el sentido que le otorga Roberto Esposito en Categorías de lo impolítico, aunque el encuentro crítico entre infrapolítica e impolítica de la Italian theory es aun tarea pendiente).

El debate que tuvo lugar recientemente en Beta-Local (Viejo San Juan) dio muestra no solo de un proyecto en curso, sino del pliegue lateral que lo conforma y lo tensa en torno a lenguas y problematizaciones diversas. De la crítica a la Marea Rosada (Russo) al abandono de la historicidad trágica (Rodriguez-Matos), de la suspensión de la crisis categorial universitaria (Villalobos-Ruminott) a la deconstrucción de la metafísica (Mendoza de Jesús) – por aludir algunos de los ejes de las intervenciones – lo que se dibuja no es un “manifiesto”, sino un mapa. Y se trata de un mapa en fuga tanto de la Universidad contemporánea como del suelo identitario y culturalista del latinoamericanismo.

Al margen de las tensiones y disputas, hubo consenso en que vivimos en la consumación del nihilismo epocal, y es así que la infrapolítica abandona ese seguir actuando como si nada ocurriese en cuanto a la política. La política ha quedado arruinada en su interior, y no hay forma de abastecerla que no sea nihilistamente, esto es, a partir del fatuo ejercicio del “marco” como nuevo mythos. Esa sería la labor común del “remero chino” – como nos dice Willy Thayer en Tecnologías de la crítica, libro discutido sobre estos días también – aquel que remando de espaldas cada vez se aleja más del precipicio que quiere cruzar. O bien, al decir de Cacciari en su ensayo “Nietzsche y lo impolítico”: más politización es la mantra que abastece esos espacios allí donde el Estado parecería estar ausente.

            Ante la ruina de la política: el éxodo por una parte, y el habitar mundo por otra. Ninguna de estas dos formas, sin embargo, supone la negación de la acción, sino su retirada. Una retirada que tematiza un afuera universitario o los límites de la condición universitaria en cuanto a producción de saber. El éxodo es aquello con lo cual experimentamos con nuestros cuerpos, pero también con nuestros intelectos (pensamiento de lo impersonal), así como con nuestra disposición en el espacio común e impropio del pensar. El éxodo supone una ocupación sin resistencia, y de este modo sin la pulsión de goce que ha operado en toda militancia desde las guerras civiles de religiones de la época de Lutero y el Protestantismo. Infrapolítica no es el regreso a un protestantismo tenue, ni un katechon católico que sueña con el regreso de lo mismo (en este caso el Welfare State).

Infrapolítica es una modalidad de reflexión que renuncia al poder en la era de la stasis global (“la anomia del decontainment”, según Gareth Williams), y de la compensación mundial de la soberanía del capital en sus múltiples metamorfosis sobre las finanzas, el trabajo precario, las inscripciones sobre los cuerpos, y la violencia excedente del fin del Estado integral. Por habitar mundo, infrapolítica no busca traducir una nueva ciencia o un concepto maestro (“una red”, un “sistema”, una gestell del pensar) relativo a la crisis contemporánea en su fase de expansión imperial hacia todas fases de la vida.

Infrapolítica habita mundo, porque no puede afirmar un poder alternativo (ni tampoco un changue the world without taking power) como cambio en nombre de una nueva transcendencia inscrita en la filosofía de la historia y su tiempo del desarrollo. Si el mundo hoy se ha estructurado a condición de un modelo securitario a nivel planetario – de miles y miles de soberanías clandestinas, tal y como lo afirmaba Giorgio Agamben – habitar el mundo requiere pensamiento que se debe más allá de la tarea de la subjetivizacion que ha cateterizado a lo política desde el origen de la Modernidad. Se busca afirmar la suspensión de un cuidado por la vida, donde ésta ya aparece domesticable su fin, a un telos del productivismo y de una obra cuya reserva es solo posible desactivando los parámetros de la an-arquía del capital en la era de las finanzas transnacionales y “sus efectos soberanos” (Joseph Vogl).

La financializacion del mundo, al igual que el fin del trabajo intelectual, borró los límites internos-externos de la acumulación del valor. Pero la especificidad de las finanzas radica en que su cómputo ya no solo tiene condición en modos productivos de la mercancía, sino en la universalización de la disposición sobre los cuerpos, y por consecuencia en la asimétrica relación entre deseo y su función extractiva de valor qua valor. En esa expansión valorativa del mundo, ya no podemos hablar de política o economía-política, sino de un exceso en donde se inscribe una zona infrapolítica atrapada en los efectos soberanos de las finanzas en su extrema hegemonía planetaria. Infrapolítica solo puede marcar ese umbral entre lo que las finanzas hacen sobre los cuerpos, y los cuerpos en tanto lugar de una potencia irreducible al espectro del principio general de la equivalencia y sus diversos procesos de la ‘acumulación continua’, para decirlo en términos de John Kraniauskas. Infrapolítica no calcula sus movimientos ni anuncia un nuevo horizonte nihilista de (re)politización. Sabe que allí donde no hay lengua para expresar una crisis, ya está dicho nominalmente el lugar donde podemos habitar. Y quizás solo desde ahí sea posible imaginar una vida.

Maddalena Cerrato

Quiero simplemente retomar muy por encima algunos puntos que he intentado plantear en el artículo para el monográfico de Transmodernity, para intentar explicar un poco mi forma de pensar la duplicidad de la infrapolítica en cuanto practica de pensamiento y en cuanto dimensión de la experiencia. Primero, se trata de entender la infrapolítica como manera de relacionarse con la clausura de la metafísica y de la ontoteología en cuanto forma y matriz de la filosofía occidental, y también de relacionarse con las reflexiones de los que han anunciado y pensado esa clausura, (y en este sentido me refiero especialmente a Heidegger y Derrida, pero también a los que con ellos han pensado como Schürmann y Malabou). Esa clausura tiene que entenderse como pasaje de la metafísica a su otro, como pasaje desde lugar la ontoteología a otro sitio del pensamiento que no tiene nombre, ni puede tenerlo. Se trata de un pasaje que es una transformación y un desplazamiento del pensamiento mismo. Este pasaje es el lugar al cual nuestro momento filosófico pertenece y asimismo el enigma con el cual hay que enfrentarse.

En este sentido, la infrapolítica (como desde luego la deconstrucción) es una manera particular de habitar este pasaje, de demorar en el pasaje. Habitar el pasaje significa tener que cuestionar el lugar de que se viene, es decir la metafísica, pero también la posibilidad misma de ir hacia un nuevo “lugar” de pensamiento, es decir la posibilidad misma de un nuevo inicio. Se trata de enfrentarse con la condición de desarraigo en que se encuentra la “filosofía”, y con la proliferación de fantasmas que la acosan, los espectros de los principios a los cuales ha renunciado. Podríamos entonces decir que la infrapolítica es una manera de enfrentarse con esa proliferación de fantasmas que sigue desde la perdida de los principios universales que ha organizado el horizonte histórico y el marco normativo de la acción. Ahora, la cuestión que surge, y que intenté plantear, es aquella en torno a la especificidad de la manera infrapolítica de cómo habitar este pasaje, de relacionarse a lo que podemos llamar “el enigma del pasaje” y de apuntar a una transformación del pensamiento.

De hecho diría que el verdadero desafío que la infrapolítica tiene que afrontar, es intentar operar en el pasaje mismo, una incisión…es decir hacerse cargo de un desplazamiento ulterior, de un desplazamiento también respecto a los pensadores con los cuales está dialogando. La infrapolítica es una práctica teórica deconstructiva que mira introducir un cambio en el pensamiento del fin de la ontoteología. Ese cambio consiste en el buscar acceso a un pensamiento afirmativo y emancipatorio a través de una nueva historicidad como eventualidad /acontecimientalidad que no sea ni un programa onto-teo-teleo-escatologico, ni tampoco una promesa mesiánica, sino la perspectiva de un “ya-siempre-allí.”

El verdadero desplazamiento de la infrapolítica consistiría en el desplazamiento de lo post-histórico anunciado por Alexandre Kojève entre las posibilidades de la existencia que ya-siempre han estado allí. La infrapolítica entiende la nueva historicidad de la existencia después de la clausura de la metafísica no como una promesa de un nuevo inicio sino como una dimensión de la experiencia misma que ha ya-siempre estado allí, pero olvidada y encubierta por el pensamiento y el lenguaje metafísico, o sea dimensión infrapolítica de la experiencia. Así podríamos decir que la práctica de pensamiento infrapolítica es como un vértigo en el pensamiento del pasaje que ocurre como irrupción de una nueva dimensión de la experiencia y de la acción, la dimensión infrapolítica, como dimensión que ya siempre excede los límites de la subjetividad ético-política y desde la cual entonces ofrece la posibilidad de desafiar la subjetivación en cuanto condición de la dialéctica histórica de explotación/dominación.

En última instancia la duplicidad de la infrapolítica se recompone como afirmación de la posibilidad de sustracción de las distintas dinámicas de explotación/dominación como posibilidad que han estado ya-siempre estado allí en cuanto dimensión de la experiencia ignorada por el marco dicotómico de la comprensión ética-política.

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