No es lo mismo perder que quedar sentenciado. Si bien era previsible que el errejonismo perdiese en Vistalegre II, no era necesario que quedase sentenciado. A mi entender, esto último sucedió a partir del momento en que la palabra coreada por los asistentes (la que acabó cifrando el mensaje oficial del congreso) fue “unidad” y no “diversidad”. Creo que la diversidad sería lo propio de quienes se tratan, a pesar de todo, como aliados. De haber reclamado diversidad, los asistentes a Vistalegre II hubiesen lanzado un mandato al ganador para que integrase al aliado que quedaba por debajo. Porque la diversidad se organiza, forzosamente, en torno al que pierde, o de lo contrario no habría posiciones diversas que conservar. La unidad, en cambio, sólo puede tener como eje al ganador (sería un contra-sentido crear unidad alrededor del perdedor). Al corearla, el pabellón de Vistalegre II no sólo aclamaba ya al Secretario General, sino que enviaba un claro mensaje a aquéllos que habían acabado siendo su alternativa: dimitid o sumaos a la corriente ganadora, pero no cuestionéis su proyecto. Sólo así podrían evitar ser enemigos internos.
Ahora queda entender en qué va a consistir esta unidad. Permitid que me acerque al tema de una manera indirecta.
Creo que alguien ya lo dijo alguna vez: cuando miramos las fotografías trucadas del estalinismo, sin duda ocurre algo raro. Las más frecuentes son aquéllas en las que Stalin se va quedando solo a medida en que antiguos dirigentes y compañeros de fatigas van desapareciendo de su lado. Donde antes había un grupo (por lo general, retratado en blanco y negro) al final sólo existe Stalin (en ocasiones, a todo color). Pero el raro fenómeno al que me estoy refiriendo no es éste, sino el siguiente: cuando uno mira estas imágenes con atención, no puede sino percibir que los rasgos de los desaparecidos permanecen, de alguna manera, en la cara del Stalin que queda. No sé si se trata de una modificación real, de un efecto simbólico o de un mero automatismo del recuerdo, pero es imposible ignorar esta sensación. Por medio de un proceso que Zizek a buen seguro asociaría con la dialéctica de Hegel, Stalin parece incorporar de forma vampírica al menos un rasgo físico de cada uno de los individuos que fue borrando de su lado, sobre la foto y en la realidad.
Así, la desaparición de un hombre con bigote se traduce, en la figura de Stalin, en un renovado vigor de su mostacho. Y cuando desaparece un dirigente más joven, es Stalin quien entonces aparece más lozano y, además, copiando su peinado. En la última foto de una famosa serie, el gran líder ya aparece solo, tras haber convertido a tres camaradas en fantasmas, y se muestra a pleno color y plenamente humanizado. Parece una oruga que, tras una ardua metamorfosis, se hubiese convertido en mariposa. Sin duda, se trata de una experiencia singular.
La función política y propagandística de todo ello era obvia: promover la visión de que el gran líder lo hizo todo y, además, sin ayuda. Ni siquiera en los buenos tiempos hubo diversidad, y precisamente por eso el discurso oficial podía decir que tampoco hubo enemigos internos. Como lo prueban las fotos, Stalin siempre estuvo solo. Lo verdaderamente interesante, sin embargo, es que, al adoptar los rasgos de aquéllos que va derrotando, Stalin no sólo rescribía el pasado sino que lograba lo más difícil: que el ojo de quien miraba no echase de menos el cambio. Pues parte de los rostros que el observador busca al aproximarse a la foto los encuentra, de alguna forma, incorporados e integrados en el rostro de Stalin. Aunque sabe que ocurre algo raro, el observador ve sus expectativas parcialmente satisfechas y se convence a sí mismo de que aquello que falta jamás estuvo verdaderamente ahí. Así que debió ser verdad: Stalin lo hizo todo y, demás, sin ayuda. Así se reparaba la unidad simbólica que había quedado dañada al acabar con los aliados del pasado.
No traigo a colación esta práctica propagandística para hablar sobre purgas. Esto sería de mal gusto e improcedente. Lo único que pretendo es sugerir por dónde creo que va a ir la futura unidad de Podemos, ahora que la diversidad ha sido derrotada. Pues, si Iglesias es el líder maquiavélico que quiere ser, entonces, a partir del lunes, hará exactamente lo que decía Errejón que había que hacer, pero sin Errejón ni el errejonismo. Lo de menos es que estos últimos se queden o se marchen, se suman o dimitan. Porque el equipo de Iglesias va a vampirizar su discurso para que el errejonismo pierda su razón de ser, presente, pasada y futura. No sólo se les va a derrotar sino que les va a expropiar el suelo que los mantenía en pie. Los mismos que ayer gritaban convocando a la lucha en las calles de la clase obrera no van a tardar ni dos días en abrazar la moderación discursiva y la transversalidad. De pronto, va a haber unidad hasta en el pasado, cuando Iglesias recuerde que él desde siempre fue transversal (y es cierto que en algún momento lo fue; como cierto es que de pronto dejó de serlo, ahora sabemos con qué cálculo).
Lo más paradójico de todo es que este viraje hacia un errejonismo sin errejonistas se habrá hecho gracias al apoyo interno de la militancia más pablista, la cual, empachada de victoria, tardará algún tiempo en entender lo que está pasando. A saber: que Iglesias se ha apoyado en ellos para sentenciar aquello a lo que, a partir de ahora, se acabará pareciendo. Tras sentenciar la Transversalidad como alternativa (tras proteger su flanco derecho), asumirá su discurso para crear su propia unidad simbólica.
Hasta ahora el argumento ha sido paradójico. Pero me temo que será trágico a partir de ahora, cuando se descubra que todo este proceso ha sido catastrófico desde el punto de vista electoral.
Muy de acuerdo, Luis. La unidad de Podemos no es ahora mas que un espejismo sostenido en una pretension electoralista que hoy, sabemos, pertenece ya al pasado. No ha habido suficiente reflexion como para entender que estos cuatro proximos años serían cruciales para una estrategia de construccion horizontalista, transversal, y en profundidad. Han vendido el futuro. Todo se ha sacrificado al patetismo del populismo clasico, que nunca funciona a largo plazo. Negri y Gramsci, como fuentes teóricas principales, han conducido a Iglesias directamente a un verticalismo insolito, del que a partir de ahora no dejaremos de ver pruebas. Claro, apoyado en la majaderia igualmente insolita de las multitudes enardecidas en cantos fuenteovejunescos, como si el asalto a los cielos fuera cuestion de amor unitario y fusion delicuescente en la comunidad sin organos–excepto por un organo, el falo de Iglesias, apoyado con estacas por los estaqueros del entorno, que ahora cobrarán tambien entidad como guardias del discurso y canceleros del nuevo cielo que han, efectivamente, tomado por asalto.
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Completamente de acuerdo con todo lo que dices, Luis. El análisis va por esta línea, me parece. David King cuenta en su libro sobre el photoshop de las imágenes que Stalin iba depurando que, en un momento, el Comité Central mandaba instrucciones para enseñarle a los ‘camaradas’ como recortar los figurines que habían caido en desdicha. Tenían que recortar con tijera en mano. Pues, esto lo digo, porque no sería descabellado pensar que el pablismo postvistalegre comience a ‘dar manuales’ de cómo hacer ‘transversalidad’ o incluso, para decirlo contigo, ‘diversidad’. A la manera del catálogo de Ikea. La unidad es siempre las tijeras.
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Ni se me había pasado por la cabeza la lectura -o el vaticinio- que hace Villacañas sobre el posible comportamiento inmediato de Pablo Iglesias. De verificarse, estaríamos ante una versión real de una especie de video-juego político, un Machiavel´s creed, o algo así. Podemos pasaría a ser el escenario de un juego en el que, por supuesto, Big Star ocuparía el número 1 del ranking. Imbatible en la argucia, la maniobra envolvente, la artimaña seductora y el imprevisible giro final. Big Star es puro poder carismático y, haga lo que haga, una multitud, no sé si muy negriana, con la boca abierta y paralizada por la luz, aclamará su imagen en la pantalla. Carolina Bescansa decía hace poco en una entrevista que en Podemos faltan espacios físicos de encuentro, espacios reales que complementen la comunicación virtual del twitter, el instagram, el wasap, el facebook. Es posible que Podemos haya entrado en una dinámica centrípeta, dominada por juegos de carácter fundamentalmente doméstico donde los fucking masters pueden poner a prueba y exhibir sus habilidades. No deja de tener su lógica: la realidad es más dura y compleja de lo que se pensaba y su cifra no siempre se encuentra en los libros de “ciencia” política.
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