La vía abierta. Introducción a dossier sobre Uncanny Rest (2022) de Alberto Moreiras. por Gerardo Muñoz

El libro Uncanny Rest: For Antiphilosophy (2022), versión aumentada de Sosiego siniestro (2020), es el libro cuaderno de Alberto Moreiras que despliega una peculiar escena de escritura de los primeros meses del confinamiento en pandemia. Como todo libro verdadero (o escritura que entiende la verdad como una inexorable develación), las entradas del cuaderno se van haciendo al ritmo de su propia búsqueda. Tal cual como quería Miles Davis: “I’ll play it first and tell you what it is later”. Uncanny Rest tiene mucho de esto, y para quienes acompañamos de forma directa aquella constelación de apuntes, glosas, interrogaciones y susurros, no podemos dejar de leer todo tipo de partituras esotéricas. Se trata de un libro prolífico en registros e insinuaciones. En cualquier caso, Uncanny Rest (2022) es el libro más aventurero y dialogante de Alberto Moreiras, aunque esto tiene poco que ver con una capacidad afectiva para generar “consuelo” al interior de aquel tiempo enrarecido.

Cuando digo diálogo pienso concretamente en la palabra compartida, en la brecha entre palabra y pensamiento que para Alberto Moreiras – y ahora compruebo para mi sorpresa que ya en la primera entrada del libro versa sobre esto – es la sola vía abierta”.  ¿Tendremos el coraje necesario para emprender camino en ella? En efecto, nada le es ajeno a la escritura de Alberto para despejar ese encargo: un paseo con Teresa, un recuerdo juvenil que regresa en una fotografía; una conversación imposible o una pintura de Andrew Wyeth; la rememoración del mito de Tobías o el trazo de la figura sublime del piel roja acéfalo sobre el anómico desierto. Rastros de experiencia. Uncanny Rest es también el libro más feliz de Alberto Moreiras porque es el más especular; una tela donde comienzan a aparecer todo tipo de cosas – vivas y muertas, lejanas y próximas, posibles, existentes, e inaparentes – que actúan como un espejo de paciencia en el que escritura y pensamiento, allende de las inclinaciones personales, esbozan la búsqueda clemente en un tiempo espectral. 

La ‘sola vía abierta’ – a la que podemos ingresar desde la inaprensible soledad del pensamiento entre amigos – no se reduce al acontecimiento de los meses de la pandemia. De ahí que, a diferencia de tantos ensayos escritos durante aquel momento, no sería justo catalogar Uncanny Rest (2021) en el anaquel del global writing of COVID-19. Al contrario, Alberto aprovecha el tiempo de sosiego de la pandemia para tirar las tabas en el tablero de la época: lo central de nuestra vida es afirmar una vía de salida de la barbarie biopolítica y administrativa sobre la que Occidente pareciera haber colapsado irremediablemente.

Y si por todos lados – incluyendo desde la clase periodística a la “progresía filosófica” a los programas IA de Eric Schmidt o los nudges de Cass Sunstein – el ‘imperativo adaptativo’ no ha dejado de efectuarse como la nueva plasticidad regulativa de lo Social; la valentía de Uncanny Rest reside en haber percibido desde el ground zero las falsas salidas y los rat-holes que impiden ver lo esencial, lo duradero, o lo más alto que Alberto vincula al imperativo pindárico γένοι᾽ οἷος ἐσσὶ μαθών; esto es, ‘habiendo aprendido quién eres, debes convertirte en ese ser’. Creo que aún no hemos sabido cómo extraer todas las consecuencias de esa forma de vida que tiene algo de eternidad transfigurada, ciertamente de vida fuera de la vida contra toda vida delegada [2].

Los excelentes comentarios de Maddalena Cerrato, Mårten Björk, y Andrés Gordillo, más que reseñas protocolares y subsidiarias del libro, son ejercicios de escritura que facturan sobre la invitación a cabalgar sobre la única vía que resta: el pensamiento. Finalmente, el último texto en el carné es la versión escrita de la réplica que Alberto Moreiras ofreció a los participantes durante la presentación del libro durante la primavera de este año [3].

Notas 

* Esta introducción es parte del dossier que preparé sobre Uncanny Rest (2022) de Alberto Moreiras de próxima aparición en la revista chilena Escrituras americanas, primavera de 2024.

1. Barbara Stiegler. Adapt! On a New Political Imperative (2022). 

2. Mårten Björk. The Politics of Immortality in Rosenzweig, Barth, and Goldberg Theology and Resistance Between 1914-1945 (2021).

3. Conversaciones a la intemperie: Uncanny Rest (2022), de Alberto Moreiras, junto a Maddalena Cerrato, Andrés Gordillo, Mårten Björk, Gerardo Muñoz, y el autor, mayo de 2023: https://www.youtube.com/watch?v=I9Zs-FvdANE

El fin de las demandas: Sobre Pandemónium: notas sobre el desastre (NED, 2020), de Jorge Alemán. por Gerardo Muñoz

En su nuevo libro Pandemónium: notas sobre el desastre (NED, 2020), Jorge Alemán asume la tarea de pensar en caliente. En el gesto de publicar un ensayo de emergencia sobre el actual momento pandémico exhibe el brillo de su ejercicio teórico intelectual, así como la consistencia de un pensamiento que durante décadas ha insistido en el bucle psicoanálisis-diiferencia ontológica con una mirada fuertemente arraigada al principio de realidad. Por eso, en lugar de sustentar tesis previamente acotadas , el nuevo ensayo de Alemán va más allá, pues también deja atravesarse por el movimiento opuesto; a saber, la irrupción del absolutismo de la realidad contra una posible sistematización del pensamiento. En esta reseña del libro no quiero desglosar todos los aspectos de Pandemónium, sino más bien organizar mi comentario alrededor de tres niveles que me parecen útiles para insistir en la conversación con Alemán en un momento de completa incertidumbre. En efecto, creo que me atengo al lema de Jorge en el libro “lo que está ocurriendo no se sabe”. En esa declaración se abre una sombra no-técnica como vórtice de todo pensamiento verdadero.

Alemán nos dice que el suceso de la pandemia viene a explicitar algo que ya sabíamos: el capitalismo no es sólo una economía sino más una estructura de reproducción ilimitada (61). Y pudiéramos agregar también de producción de subjetividad que en su momento Lyotard llamó economía libidinal. Esto queda callado, pero obviamente implica que ya toda “crítica de la economía política” ha quedado desplazada. Por eso, el pensamiento necesita de otras herramientas para racionalizar lo ilimitado que, como nos dice Alemán, anuncia un “eclipse serio del dominio y de la hegemonía” y hasta de la realidad (61). El regreso de lo siniestro en la determinación freudiana se reanuda justo en este eclipse del entramado simbólico. Un entramado arruinado que el “discurso científico” no puede explicar, salvo de manera compensatoria, puesto que solo puede hablar de sus ‘pulsiones’ mas no desentrañar el tenor de la angustia (77). En este sentido específico es que digo que la ciencia es compensatoria, porque todo su armazón epistémico funciona con el propósito de suturar el abismo de la angustia de lo real. Este es el nuevo espíritu médico que, si las tesis de Giorgio Agamben son correctas, converge con el dominio de la técnica. Paso ahora a los tres niveles analíticos a los que abre la mirada de Alemán sobre la crisis.

1.El derrumbe civilizatorio. Según Alemán estamos en una crisis civilatoria en un sentido fuerte del término. En primer lugar, esto significa que lo que antes parecían obstáculos de la subsunción formal del despliegue del capital, ahora ya han trascendido todas las fronteras. La crisis civilizatoria, al decir de unos amigos franceses, demuestra el vórtice depredatorio de su naturaleza. Y esto tiene consecuencias políticas primordiales. Para Jorge esto se expresa en un tema que muchos de nosotros compartimos: la crisis de los liderazgos políticos (117). Esto es, incluso de llevarse a cabo un proceso político favorable a una enmienda de la dominación, hemos visto en los últimos años que no hay interés por parte de las elites de aceptar una ius reformandi de sus hábitos y prácticas políticas. Al igual que lo hemos debatido con Mario Tronti, una de las formas en que se expresa el nihilismo político contemporáneo en Occidente tiene que ver con la abdicación del destino del liderazgo político como archontes. Alemán correctamente señala que ni Merkel puede ser considerada un archontes, ya que su brillo es meramente administrativo y ciertamente carente de la fuerza carismática que dota de legitimidad (133). ¿Qué tenemos, entonces? Alemán le llama un escenario bélico (187) que se expresa como administración de la anarquía del poder y la tecnificación entre sujetos y cosas. Obviamente que este es el teatro material de la guerra civil mundial en curso que Carl Schmitt ya preveía en 1945. Habría una tentación por buscar un liderazgo fuerte, unitario, y arcaico, pero Alemán apuesta por el cuasi-concepto de “soledad: común” para así evitar el espejismo entre estado y comunidad que ha sido el acicate de la reflexión hegemónica en la izquierda. Al final, Alemán duda de que la “forma estado” pueda estar en condiciones de preparar un nuevo poder “soberano” (213). Desde luego, de prepararse esto solo pudiera hacerse desde un cierre teológico-político artificial y entregado al sacrificio de la comunidad. Si tomamos esto en serio el problema de la “política” se agudiza.

2.El agotamiento de las demandas. Según Jorge Alemán, la pandemia puede traer “malas noticias” para la estructura de las “cadenas equivalencias” de la teoría de la hegemonía. Esto ya lo anunciaba Jorge en una conversación reciente en el marco de 17/instituto de estudios críticos, pero en Pandemónium lo dice en dos momentos distintos. En el primer momento leemos: “es cierto que en medio de esta pandemia las posiciones de los sujetos articulados a una cadena equivalencia, teorizada por Laclau, son difíciles de realizar, ya que la supervivencia lo invade todo, o peor, incluso puede existir la posibilidad de que se confirma como demanda popular volver al trabajo…” (229). Y en el segundo momento: “…creo que la pandemia pone en crisis la cuestión de las demandas insatisfechas (teorizadas por Laclau), pues podría ocurrir que que muchos sectores de la población se presentara la demanda de ir a trabajar mas allá de las condiciones sanitarias…O que puedan preferir incluso el riesgo de la infección con tal de volverse a inscribir de algún modo en algún tipo de cadena productiva” (329). El agotamiento de la lógica equivalencial, entonces, no sería un una mera “instancia fría” de la lógica populista, sino que realmente es un golpe de gracia a la teoría de la hegemonía como operación ya caída a la tecnificación de lo político en el sistema de producción. Incluso, suplementaría la tesis de Alemán con lo que Rodrigo Karmy ha llamado la aparición del “polo médico”. O sea, podemos imaginar que la demanda al trabajo pudiera estar encubierta previamente por la demanda al “cuidado”, bajo el auspicio de sostén de “vida”. Si es así, es muy probable que estemos ante un polo compensatorio del “discurso capitalista” en el despliegue de su eficacia productiva. Ante dicho giro de la sistematización del mundo, Alemán insiste en que es importante pensar una inequivalencia de las igualdades, ligada a lo irreductible del singular que operaría bajo el signo del “no-Toda” (450). Pero esto implica, necesariamente, que hay un paso de la hegemonía a la posthegemonía, ahora ligada a la separación de la “soledad: común” entendida como “fractura o brecha estructural…irreductible que ninguna ley de la historia o movimiento interno de la misma puede cerrar” (432).

3.Una transfiguración teológica. Finalmente, hay un movimiento extremadamente interesante que se insinúa en un par de ocasiones, y que lamentablemente Jorge no llega a desarrollar: un cierto regreso a lo teológico. Pudiéramos tal vez hablar del regreso de la impronta del mito ante el absolutismo de la realidad. En el primer momento, Alemán escribe: “En este aspecto, habrá que volver a considerar qué eficacia simbólica posee aun el discurso de la religión” (103). Y más adelante nos dice: “…resulta crucial iniciar un diálogo con las religiones basadas en el libro sagrado (judaísmo, cristianismo, e islam), que mantienen una su propia configuración histórica distintos rasgos emancipatorios. Al respecto la iglesia católica dada su hegemonía cultura en Occidente, podría propiciar un lugar donde experimentar nuevas formas de comunidad: una patria sin xenofobia ni racismo, a unas fuerzas armadas atravesadas por la lógica femenina del “No-Todo” (221). Recuerdo aquí que para Lacan la única verdadera religión es el Cristianismo. Y estoy de acuerdo con Jorge que un regreso teológico pareciera inmanente en el presente; la cuestión sigue siendo, desde luego, qué tipo de teología. Hay tensiones fuertes en la última sugerencia sobre una Iglesia del “no-Todo”, puesto que, ¿no está desde hace siglos la Iglesia caída al misterio del mal (mysterium iniquitatis), terminando en un tipo de institucionalidad que solo puede operar como “pastor” de la comunidad terrenal o bien como charitas compensatoria ante las formas destructivas de la civilización? Desde luego, ante la estructura arcaica del evangelismo protestante del self-made man y el new-born christian, el catolicismo pudiera tener un regreso bastante importante. Aunque ese regreso transfigurado queda ahora innominado, a pesar de ciertas derivas contemporáneas desde el tomismo burocrático del derecho o cierto paulismo mesiánico comunitario.

Igualmente, no creo que Alemán vaya por ese lado. Sería particularmente interesante para mi ver si Alemán suscribiría una “teología transfigurada” (o una “infra-teología”), que ya deja de ser subsidiaria del poder pastoral de la Iglesia o del carisma del poeta visionario. Como ha visto el propio José Luis Villacañas en su excelente libro Narcisismo y objetividad (1997), el paso de Hölderlin de la tragicidad del poeta a la contemplación pindárica sobre el mundo y las cosas, da paso a un lugar transformador que, a mi juicio, estaría más allá de la cesura inmanente y trascendente de la modernidad. Tal vez la irrupción de lo siniestro de la pandemia permita “ver” este despeje en el mundo. Un despeje que el último Hölderlin asocia no solo con el regreso de los dioses y el “peligro”, sino también con la contemplación del canto de un cielo abierto.